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sábado, 19 de junio de 2010

Para una rosa

Hija de la vida de la luna
que magnífico tu halo portas
teñida del color de la sangre
de la pasión y del corazón que en el fondo llevas.

Brilla discreta sin opacar lo demás
que tu belleza sea sutileza
y tu aroma perfume de secretos
mientras susurras a los oídos del viento las palabras de un delirio

Princesa consentida entre tantas
Dama preferida de los amores
tiempo atrás te fue entregada una tarea
por un loco ¡Un enamorado!
Y hasta ahora, divina señora,
en tus petalos delicados y tu aire somnoliento
revelas lentamente, sólo al oído de quien debes,
el sentir que te fue confiado con tanto sigilo

Ahora, mi niña querida ¡Yerguete espléndida, magnífica!
como sólo tú eres
y ufánate de que portas
entre esos pétalos de rosa
el color de los placeres

De la sangre del poeta
con que escribe vivas letras.
Del corazón enamorado
que todo por tí lo ha dado.
De la pasión desmedida
que jamás tiene salida.
Del amor, el simple amor
que me inunda el corazón.

Y dile a tus hermanas
la de la blanca pureza y la de solar alegría
que celosas no han de estar, no.
Pues cada una posee su propia belleza.

Pero que ésta poeta
está cegada por Cupido
y no sabe lo que ha escrito
y no pretende corregirlo

Ahora, bella, hermosa
canta con tu dulce vida
los secretos deseos de un corazón

Y no te preocupes, preciosa
por que entre tus grandes tesoros
se encuentra el divino fuego
¡que es el que enciende todo!

domingo, 6 de junio de 2010

Las alas del tiempo


Esa noche, en sueños, llegué a un misterioso lugar lleno de luces extrañas y nubes de colores imposibles de describir si lo intentara. Entré a cuartos magníficos, imposibles de existir. Observé que había aves sin jaula. Aves de todo tipo, desde el mágico Fénix hasta algo que no creo poder conocer mientras esté viva.

Avanzando fui, por momentos despacio, por momentos rápido, asombrada con el espectáculo que a mis ojos se ofrecía. Seguí andando y cuando pase por una cascada que caía tan lento que estaba casi detenida se quebró el suelo. Grité. Caí.

Después de que pasara el primer susto me di cuenta que estaba flotando... ¿flotando? pero ¡¿cómo?! Miré hacia arriba. No había ni rastro del agujero por el que había caído, y mucho menos ruinas del palacio en el que hasta entonces había estado. Me desesperé, me angustié y comenzaron a asomar lágrimas a mis ojos. Entonces, una voz, proveniente de todos lados, me dijo:

— No te asustes. No pasa nada malo.

— Pero ¿Qué...?

— Has estado caminando en la residencia del tiempo. Te pido una disculpa. La mansión suele desmoronarse cada dos por tres. Estarás caminando en ese palacio de nuevo en poco tiempo. Aunque, claro, eso depende.

— ¿De qué depende?

— El tiempo es relativo.

— ¿Y qué se supone que haga mientras tanto?

— Un poco más a tu izquierda hay río, puedes ir y observarlo. Es posible que te interese.

Perpleja por aquello que me decía una voz desconocida, decidí caminar hacía donde se me había señalado. Tras caminar un rato llegué a las orillas del río. Me incliné para observar y me llevé el susto más grande de los que me había llevado hasta ahora.

Había un río, sí, pero no corría agua en él sino que cada parte de mi vida iba desfilando llevada por una corriente extraña.

Después de estar allí, hipnotizada por mucho tiempo (aunque eso depende) tuve el valor de preguntar.

— ¿Estoy viendo mi vida?

— Sí — Me contestó aquella voz que parecía provenir de todas partes.

— ¿Me voy a morir?

— No, no tienes por qué.

— ¿Estoy soñando?

— Sí.

— Entonces todo esto no es real.

— Eso depende. Como el tiempo, la realidad es relativa.

— Me puedo despertar.

— Tú decides. Pero, personalmente, yo no me despertaría aún. No todos tienen la oportunidad de charlar con el Tiempo alguna vez en su vida.

— ¡Pero si me acabas de decir que estoy soñando!

— Los sueños no son siempre ilusiones, y eso lo sabes mucho mejor que muchas personas, Xienty.

Eso era cierto.

— Estas viendo tu vida y estás hablando con el tiempo. Anda, sé un poco curiosa y pregunta.

— Bien ¿Por qué cuando estoy aburrida el tiempo me pasa lento y cuando lo estoy pasando bien todo se termina muy pronto?

— Porque cuando estás aburrida quieres salir de esa situación. Eso hace que la percibas como algo tedioso que nunca va a terminar. Cuando lo estas pasando bien, estás tan ocupada con otras cosas que no te concentras en el tiempo así que cuando termina reparas en que nunca te diste cuenta como pasó este último. Sin embargo, las dos situaciones, tanto la desagradable como la agradable terminan ¿no es así? El tiempo pasa ¿no es cierto?

— Es verdad. Pero... entonces eres relativo... pero... si pasas para todo y todos... eres absoluto. ¿Absoluto y relativo? ¿Cómo?

— El tiempo pasa. Eso es una ley inquebrantable. Cada uno lo ve diferente. El tiempo es absoluto para sí. Es relativo para todo lo demás. ¿Recuerdas la cascada?

— Sí.

— Te pareció lenta ¿no es verdad?

— Sí.

— Créeme, a algunos otros visitantes les ha parecido vertiginosamente rápida.

— Pero, tú dijiste...

— Dije que casi nadie había charlado conmigo directamente, no dije que absolutamente nadie ni mucho menos especifiqué la manera.

— ¿Jamás te detienes?

— Nunca... no puedo estar estático. Simplemente no es mi naturaleza. El tiempo debe pasar, a su ritmo, no lenta ni rápidamente, o quizá las dos a la vez.

— Entonces por que cuando... — titubeé. No estaba segura de querer que el tiempo supiera algo tan personal. Aunque, pensándolo bien, ya debía saberlo o iba a saberlo en el futuro. Ya debía saber lo que iba a preguntar porque el tiempo es absoluto para sí — no, nada.

— Porque así me percibes tú. Eso jamás lo he comprendido por completo. Nunca he sido humano, por lo tanto, jamás he tenido la oportunidad de que se me "detenga el tiempo" por el motivo por el que a muchos humanos se le detiene.

— Pero. Es que... tú... tú... ¿Tú no puedes…?

— No del modo en que tú lo haces. El Tiempo ama de modo diferente al de los humanos. El Tiempo ama pasando. Si yo no amara, no pasaría. Y si no pasara la existencia de todos los demás seres sería desdichada. No habría un mañana, ni habría una próxima noche, ni un día siguiente. Jamás llegaría el momento que los amantes esperan para encontrarse, ni llegaría el día que un bebé recién nacido iluminara con su sonrisa al mundo. No habría otro beso. Las mariposas jamás volverían a volar y las cosas se quedarían siempre igual. — la voz sonó quebrada — Y todo acabaría por que la historia se detendría y en ese instante todo caería en el abismo inmenso del olvido. No amo como aman ustedes... yo amo de modo diferente. Mis cómplices preferidos son el destino y el azar y siempre estoy junto a ellos por que sin ellos el Tiempo puede pasar, pero sería gris como la piedra fría y no cálido como la magia. Por eso... yo amo de modo diferente. Yo amo disfrutando de lo que veo, deseando jamás detenerme para que todo aquello siga y no desaparezca.

Entonces se escuchó un sollozo. Profundo, sonoro, que resonó por todo el espacio que había alrededor.

En ese momento, el Tiempo, llenando la voz hecha de tantos siglos, pasados y por venir con una extraña dulzura me preguntó:

— ¿Por qué estas llorando?

— Por que... no... no quiero...

— No quieres ¿qué?

— No quiero... que el tiempo se detenga... no quiero que todo desaparezca... el olvido es oscuro y frío... y existe sin que nada exista en él... ¡Oh no! — No pude más. Mi voz se terminó de quebrar y el llanto me inundó por completo.

De pronto sentí que algo me acariciaba el cabello. Levanté el rostro sorprendida y me quedé viendo a la inmensa oscuridad que me envolvía.

— ¿Qué...?

—Ya no llores, niña mía. Acércate.

Volví a sentir que algo me tocaba, sólo que esta vez el rostro. Algo suave y cálido.

— ¿Qué es... esto?

— ¿Has escuchado alguna vez que el tiempo vuela?

— Sí — Aquella cosa suave terminó de envolverme, sin sofocarme.

— El tiempo también tiene alas.

Sonreí un poco.

— ¿Nunca te detendrás, querido Tiempo?

— No, lo prometí al inicio de todo y no pienso romper esa promesa. Cálmate y descansa. El tiempo que tenías que estar aquí está próximo a terminar.

— ¡No! es que... pero... mira... — Los ojos se me volvieron a anegar en lágrimas.

— Tranquilízate, a fin de cuentas, siempre voy a estar allí. Duérmete. Por favor. Duerme.

Asentí suavemente con la cabeza. Me acurruqué en las alas del tiempo y lentamente, mi llanto se fue apagando a la vez que el sueño me iba llevando más y más profundamente. Muy de lejos escuché al final de todo.

"Y recuerda, pequeña, el tiempo no se detiene. Ni lo hará nunca"

Desperté acostada en mi cama, recordando cada cosa con una exactitud increíble. Me levanté y observé el amanecer desde mi ventana, disfrutando cada momento. Sonreí al recordar una promesa hecha en antiguos tiempos y me alegré: Aún me quedaba mucho tiempo.

Aunque, claro, eso depende.