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viernes, 10 de septiembre de 2010

Catas


Probar, degustar lo resistible o lo irresistible, intentar. Palabras básicas. Oficio de todos, arte de pocos. Una obligación a veces, pero eso depende de cada persona. No todo catador es un artista, pero todo artista es un catador.

Los catadores diferencian lo bueno de lo malo, lo alto de lo bajo, lo peregrino de lo común. Y es que hay catadores de todo.

Existen los que catan los vinos, los que distinguen entre aroma, cuerpo y sabor lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo corren un curioso peligro, pueden tener la fortuna (buena o mala) de probar el vino malo o el amargo.

Hay otros que catan venenos. Oficio peligroso. Entrenados la vida entera para detectar el más mínimo detalle, la más pequeña nota de toxicidad en la comida o en la bebida. Inmunes quizá a alguno que otro. Interesante, riesgoso… quizá divertido. Una apuesta alta por proteger.

Pero en estos casos los sinsabores tienen su lado bueno. Es posible que un catador de vinos desprecie un caldo amargo, sin embargo, un artista puede inclinarse a pensar que ahora entenderá mejor el buen vino y le sabrá mejor.

Un catador de venenos puede enfermar, o hasta morir y maldecir todo el curso de su padecimiento (o inclusive, más allá de éste mundo) el oficio al que se dedicó y que seguramente tantas victorias le habría otorgado. Sin embargo, es posible que un artista admita, aunque ello cueste su vida, que la sustancia que le daño era, per se, una obra maestra.

Catadores hay de todo, artistas también, pero son pocos.

Y… ¿los que catan la vida?

La vida es algo impresionante, un instante y una eternidad, una poción magistral, un elíxir sublime, un veneno fabuloso. Todo y nada, espacio y tiempo, sonido y oscuridad, armonía y caos, luz y silencio.

La vida es una de las mejores cosas a catar. Tiene ratos deliciosos, exquisitos, embriagantes. Esos momentos en los cuales la existencia parece una eternidad y todo lo demás se detiene. Existen esas ocasiones en las que el cuerpo vuela, el alma vibra, la mente disfruta y el corazón se libera. Existe el Amor.

Pero también tiene su lado amargo. Existen las lágrimas y el dolor, la tragedia, las ganas de olvidarlo todo, de terminarlo todo, de sacarse el corazón y lanzarlo lejos. Las ganas de que todo se esfume y el frío glacial, el hielo en las venas. La sensación de que la sangre se congela y el pulso se detiene.

Los artistas de la vida, aunque duela pueden entender que inclusive la tragedia contiene poesía y belleza. Porque de la tragedia se puede inventar algo nuevo, se puede luchar, se puede salir adelante, se pueden sacar fuerzas, se pueden tejer esperanzas.

Muchas veces los oscuro ostenta una hermosura increíble, una belleza exótica, difícil de entender… no tan complicado de sentir.

El arte no se razona, se siente. Y se disfruta.

No hay que preocuparse ya que entre las obras más bellas de este mundo están las que hablan de alegría, de Amor y de tragedia.


Imagen de http://chefsblade.monster.com/