Es una noche agradable, llena de un je ne sais qoui inquietante. Tu mirada luce distante, perdida en los laberintos más oscuros que pueden existir en la mente, a pesar de que hace pocos minutos intentabas fingir que observabas atentamente los adoquines de la pequeña plaza en la que nos encontramos. A tu lado reposa una taza de chocolate, ya helado, suplicándote que lo bebas antes de que el mesero lo retire y cambie su destino de tu boca a un triste lavabo.
Miro bien tu rostro. En el parece haber escritas tantas cosas. Tantos sentimientos, tantos pensamientos. Eres curioso ¿sabes? Eres como un libro abierto a mis ojos. O quizá sea yo quien aprendió a leer los símbolos escritos en ese libro, antes tan extraño...
martes, 3 de agosto de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario