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miércoles, 23 de febrero de 2011

Observaciones


Es una noche agradable, llena de un je ne sais qoui inquietante. Tu mirada luce distante, perdida en los laberintos más oscuros que pueden existir en la mente humana, a pesar de que hace pocos minutos intentabas fingir que observabas atentamente los adoquines de la pequeña plaza en la que nos encontramos. A tu lado reposa una taza de chocolate, ya helado, suplicándote que lo bebas antes de que el mesero lo retire y cambie su destino de tu dulce boca a un triste lavabo.

Miro bien tu rostro. En el parece haber escritas tantas cosas. Tantos sentimientos, tantos pensamientos. Eres curioso ¿sabes? Eres como un libro abierto a mis ojos. O quizá sea yo quien aprendió a leer los símbolos escritos en ese libro, antes tan extraño.

Sin embargo esta noche tu rostro habla de algo más profundo que lo que usualmente puedo leer. Es como si de pronto algo hubiera tomado toda tu luz y la hubiera arrojado lejos, muy lejos. O quizá demasiado cerca, tan cerca que es difícil de ver.

Despiertas y vuelves la mirada. Tomas la taza y bebes un sorbo, obligando al mesero a cambiar de dirección. Sigues ausente, tan ausente como si estuviera sola en una pequeña plaza perdida en algún lugar de la tierra. Tan ausente como si estuvieras a cientos de kilómetros, a miles de pensamientos, a millones de ilusiones de distancia.

Parpadeas una, dos veces. Río un poco, me gustas cuando haces eso.

Parece que ese sonido te trae por fin de regreso, te observo delicadamente. De tus pestañas está prendido aún el letargo y a tus labios se asoma un ligero desconcierto. Finalmente sonríes.

¿Qué te da risa? – Preguntas aún luchando contra la resaca de tus propios pensamientos.

Estás dormido – contesto aún sonriendo. Sonríes aún más tú también.

No, te prometo que estoy bien despierto. ¿Si estuviera dormido podría hacer esto? – Cosquillas. Mi risa no se hace esperar. Otro de los comensales aparta la vista de su libro para observarnos y una pareja que va pasando por allí se aleja rápidamente.

¿En qué tanto estas pensando?

Un poco en todo, y un poco en nada.

¿Cómo?

Mmm… pienso en muchas cosas a la ligera, sin pensar profundamente en ninguna.

Vaya. Parecías muy concentrado…

Demasiada ligereza puede ser pesada incluso para la mente.

Eso es cierto – me quedo pensando - ¿Puedo ayudar en algo? – Sonríes de nuevo

Estas aquí ¿no? Eso ya es suficiente – Vuelves a beber de la taza de chocolate.

Me acerco y te doy un beso en la comisura de los labios, sabe bien. Sin embargo más tardé en acercarme que en lo que te volviste a sumir en tus ensoñaciones.
Un rato después pido la cuenta, sabiendo que tú no estás en condiciones ni de ver el menú sin perderte en el sentido de cada sencilla letra. En los misterios de las palabras. Se acerca el mesero y me bebo el último trago de la taza de chocolate. Mi boca no es igual a la tuya, pero espero que al Chocolate no le moleste.

Un rato después seguimos paseando. Vas más perdido que nunca. Lentamente miras hacia el cielo observando lentamente cada estrella, cada hoja de los árboles, sintiendo cada ráfaga de viento. De pronto presionas mi mano, sacándome a mí de mi propio delirio.

- ¿Qué pasa? – pregunto mientras te observo despertar de nuevo.

- Te amo, eso pasa.

Me sonrío de un modo extraño, las sombras de la noche me ayudan a ocultar un poco el rubor que en mis mejillas han despertado esas palabras.

- Te amo también – Te sonrió a ti, mientras veo el destello de mil estrellas en tus ojos.

En ese momento una de las farolas del parque falla, dejándonos casi a oscuras. Esta vez miro yo hacia el cielo y suspiro. Te invito a observarlo para que descubras en él las estrellas más hermosas de esta noche.

Te doy otro beso, pero esta vez estas despierto y lo sabes responder. Seguimos caminando, tomados de la mano, en silencio, un dulce y cálido silencio.

- ¿Sabes en que estoy pensando ésta vez? – Dices de pronto.

- Mmm… ¿en que las rosas son rojas y las violetas azules? – intento adivinar.

- No exactamente – sonríes.

- ¿En qué piensas?

- Pienso en la felicidad, en tenerte aquí a mi lado, en estar aquí a tu lado, pienso en el Amor.

- Ese no se piensa, se siente.

- Bueno, entonces “siento” el Amor. Y se siente muy bien.

Me acerco y me abrazas. Seguimos caminando hasta dejar el parque atrás y tomar otro rumbo, que ya el viento nos encontrará.

1 comentarios:

*Meii Vázquez* dijo...

Ohhh mi niña!!! esta precioso... qee bueno qee hallas encontrado a esa persona especiial!! me encanto...

Te qiieroooo

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